martes, 15 de mayo de 2012

Voces Inocentes y la milicia mental


Vi "Voces Inocentes", una película mexicana de hace unos años sobre un niño durante la guerra de El Salvador. Estoy seguro que el ejército de El Salvador debió cometer terribles crímenes y abusos durante esa guerra, pero yo en cuanto noto el cáracter propagandístico de una historia, me desconecto y me pongo a la defensiva. Pero noté una cosa interesante: como esta película no hace el más mínimo intento de presentar las razones que harían justa la lucha de los guerrilleros del FMLN en un principio (es decir: en la película los guerrilleros son buenos y los soldados y sus asesores gringos son malos, pero no se explican los orígenes del conflicto ni se presenta ideología alguna) y si no se conociera el contexto de lo que fue esa guerra, o mejor aún; si sólo se ve y no se escucha, entonces Voces Inocentes presenta un conflicto entre la infancia ideal y unos soldados. Los guerrilleros vienen siendo unos aliados de los niños. O sea, parece que el ideal por el que se lucha en "Voces Inocentes" no es el comunismo o el socialismo o alguna idea de justicia, es una idea de infancia. La primera parte de la película presenta una especie de paraíso infantil donde todo es felicidad sólo interrumpida por alguna balaceras y están todos los elementos del típico melodrama mexicano: la madre abnegada, el padrecito bueno, el padre abandonador, los personajes entrañables como el taradito del pueblo que como se quedó mentalmente en la infancia tiene un gran corazón, la escuelita como sacada de una vieja película mexicana (o del chavo del 8) El amor ideal e infantil y el colmo es que hasta hay un baile con la canción de "la de la mochila azul", que cantaba Pedro Fernández cuando apareció como estrella infantil y se llamaba Pedrito y que es la máxima representación de la ridiculez y del sentimentalismo en tonos chirriantes que se haya conocido. Como oír un gis rechinando en un pizarrón.

En el mundo de Voces Inocentes no hay medias tintas, está el mundo feliz de los niños y el ejército que se los lleva cuando cometen el error de crecer. Pero el bien y el mal no son opuestos cada uno de un lado sino que el mal es la terrible transformación del bien pues los soldados hasta hace poco eran otros niños de la escuela nomás un poco más grandes.

Hay una escena clave en la que esta película rompe con el esquema propagandístico bueno - malo: cuando el protagonista que no me acuerdo como se llama toma una metralleta y está a punto de dispararle a un soldado pero se da cuenta que es su excompañero y amigo y entonces deja el arma. En la escena final, se va lejos de ahí por una carretera, no se convierte en soldado de ningún bando que era lo que parecía ser su destino. Lo que me llama la atención es que me ha tocado convivir con algunas personas muy autoritarias y cerradas que tienen en común estar enfermizamente obsesionadas con sus felices infancias. Les gustan las cosas simples y rechazan matices o explicaciones complejas. Están los buenos y lo que debe hacerse y está lo demás que es malo. Como que a ellos no los metieron al ejército pero la intolerancia y la cerrazón militar se les metió a la cabeza. También lo relaciono con la tendencia a creer en grandes conspiraciones, como que no pueden concebir que no haya alguien o un pequeño grupo que lo controla todo. Para ellos las coincidencias no existen y atrás de todo tiene que haber figuras todopoderosas. Si las cosas están mal entonces todo lo que hay que hacer es cambiar a los usurpadores o seres del mal por las figuras paternas adecuadas.  La moraleja de la película diría yo es que hay que dejar el mundo infantil para no caer en el infantilismo de la milicia mental.

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